Es común la creencia de que “todas las mujeres que se realizan un aborto se arrepienten de ello”. Lo cual está muy alejado de la realidad, puesto que investigaciones científicas han determinado que la mayoría no se arrepiente, según un estudio realizado en agosto de 2013 por la Universidad de California de San Francisco, el 95% siente que han tomado la decisión correcta y señalan sobre esto la siguiente afirmación “Las emociones negativas post aborto son diferentes a la creencia de que el aborto no fue la decisión correcta”.
La realidad es que la prohibición como en muchos otros casos hace que se busque su realización de manera clandestina, al no poder realizar este procedimiento de forma regular, las mujeres que quieren realizar la interrupción del embarazo recurren a los métodos que estén a su alcance, en muchos casos en condiciones peligrosas que atentan en contra de su salud y sus vidas.
El índice de abortos no depende de su legalización, sino principalmente de la disponibilidad de métodos anticonceptivos, así como de la educación sexual.
Sobre este tema no existe evidencia científica que lo sustente. Un aborto espontaneo o un aborto quirúrgico realizado de la manera correcta y en buenas condiciones, no suponen un problema sobre la fertilidad de la mujer. Sin embargo la práctica inadecuada, en donde podrían quedar residuos o se produzca una infección, podría llegar a suponer un riesgo para la fertilidad.
Sobre este tema se han realizado una serie de estudios debido a que ha sido una preocupación frecuente en muchas mujeres. Estos estudios han demostrado que no existe ningún factor que vincule el aborto con el cáncer de seno, ni que sea un factor de riesgo para otro tipo de cáncer.
No existe evidencia científica que sustente el hecho de que abortar cause traumas psicológicos. Estos traumas se suelen asociar al llamado “síndrome post-aborto”, el cual consiste en un conjunto de síntomas que la mujer que ha abortado experimenta, sin embargo no existe evidencia médica que sustente la existencia de este “síndrome”.
La educación sexual es uno de los principales mecanismo en la prevención del embarazo y con ello del aborto. Una buena educación sexual fomenta el retraso en el inicio de la actividad sexual en adolescentes, promueve y enseña sobre el uso de métodos anticonceptivos que permiten la disminución de embarazo no deseados y además evitar la contracción de infecciones de transmisión sexual (ITS).
A pesar de que es una afirmación que puede ser considerada cierta, sabemos que ningún método anticonceptivo es 100% confiable, por lo que en muchos casos el embarazo suele ocurrir por fallas del método anticonceptivo.
Antes de la semana 12 aún no existen se han formado las estructuras que permiten las funciones principales del humano cómo lo son: percepción sensorial, pensamiento, conciencia, por lo que el embrión no puede experimentar ningún tipo de sensaciones. Por esta razón se puede afirmar que durante el primer trimestre de gestación, el embrión tiene la posibilidad de convertirse en un ser humano, sin embargo, todavía no lo es y, más aún, carece de conciencia.